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Crisis migratoria golpea a dominicanos en Puerto Rico

El drama silencioso de los dominicanos en Puerto Rico

Las estadísticas no lloran. Pero los nombres, sí. Antonio Báez y Juan Alexis Tineo Martínez no fueron números en un informe migratorio. Fueron padres, hijos, trabajadores. Hoy son símbolos de una realidad que golpea con fuerza a cientos de dominicanos en Puerto Rico.

La historia de Antonio comenzó en un almacén de construcción en Toa Baja. Como cada día, salió a ganarse el sustento. Pero esa mañana todo cambió. Una redada de agentes de ICE lo sorprendió en su lugar de trabajo. En su intento por escapar del arresto, subió al techo del depósito. Eran unos 30 pies de altura. Resbaló. Cayó. El golpe fue directo al pavimento.

Gravemente herido, Antonio fue llevado al hospital, donde permaneció solo, sin familia, sin consuelo. Murió días después. Su madre pidió una visa humanitaria para despedirse. Nunca se la aprobaron. Su cuerpo regresó a su tierra gracias a una colecta solidaria.

Una muerte en el mar y un silencio de ocho días

Otro caso estremecedor fue el de Juan Alexis Tineo Martínez. Tenía 44 años. Fue detenido en alta mar en una operación poco clara. Dos días después, murió bajo custodia de ICE en un hospital de San Juan. Lo más alarmante no fue solo la muerte, sino el silencio. La agencia no informó del deceso hasta ocho días después, violando sus propias normas.

Estas historias son más que hechos aislados. Reflejan un patrón. Una crisis migratoria que castiga con dureza a quienes solo buscan una oportunidad. El Comité Dominicano de Derechos Humanos en Puerto Rico alzó la voz, denunciando abusos, negligencia y un trato inhumano a los inmigrantes en la isla.

¿Quién escucha este grito?

Los relatos siguen llegando. Muchos hablan de redadas sin órdenes, de detenciones arbitrarias, de miedo. De familias separadas. De funerales sin abrazos. Y mientras las instituciones callan, la comunidad clama.

Dominicanos en Puerto Rico enfrentan una tormenta sin paraguas. Sus derechos parecen valer menos. Pero cada historia como la de Antonio y Juan Alexis nos recuerda que no se puede normalizar la injusticia. Que callar también es parte del daño.


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