Un símbolo que trasciende la religión y provoca reflexión
A lo largo de los siglos, La Última Cena ha sido mucho más que un momento clave en los evangelios. La escena de Jesús compartiendo la mesa con sus discípulos ha inspirado a artistas en diferentes épocas y culturas, quienes no solo la han retratado, sino que también la han desafiado. Desde el Renacimiento hasta nuestros días, esta imagen se ha transformado en una poderosa herramienta de crítica social, política y cultural.
Los evangelios describen ese encuentro con algunos elementos esenciales: pan sin levadura, vino y cordero, propios del ritual judío de la Pascua. Sin embargo, los detalles son mínimos. Esa falta de precisión permitió a los artistas dejar volar su imaginación. Cada interpretación ha reflejado las preocupaciones de su tiempo, usando la cena como un espejo para hablar de los dilemas humanos.
Del Renacimiento a los Andes
La versión más famosa es la de Leonardo da Vinci, pintada entre 1495 y 1498 en un convento de Milán. En ella, Leonardo no solo mostró su talento técnico, sino también su visión personal. Rompió con las formas tradicionales de representar la escena y colocó a Jesús en el centro de una mesa rectangular, en una composición dramática. Pero lo que causó mayor polémica fue lo que puso en los platos: en lugar del cordero pascual, sirvió anguila, un alimento que no solo era inapropiado para la tradición judía, sino que algunos creen que fue elegido para hacer una crítica silenciosa o como reflejo de sus creencias vegetarianas.
Fuera de Europa, la escena también fue transformada con una mirada local. En 1753, el pintor indígena Marcos Zapata retrató La Última Cena en la Catedral de Cuzco, Perú, reemplazando el cordero por cuy, un plato típico andino. Acompañó la mesa con maíz y frutas de la región, en una versión que mezcló lo sagrado con la identidad cultural del pueblo. Más que una adaptación, fue una forma de resistir al poder colonial desde el arte.
Un espacio para la crítica contemporánea
En el siglo XX, artistas como Andy Warhol volvieron a la escena con otra mirada. Warhol la reprodujo con su estilo pop y repitió la imagen como una mercancía, denunciando cómo lo sagrado se volvía producto de consumo. Más recientemente, el artista chino Ai Weiwei presentó una obra en la que él mismo se coloca en el lugar de Judas, invitando a reflexionar sobre la traición, el poder y la censura.
La Última Cena ha dejado de ser solo una escena religiosa. Hoy es una plataforma para expresar ideas, romper moldes y abrir preguntas. A través del arte, esta imagen continúa viva, desafiando a cada generación a mirar más allá del relato y pensar en lo que verdaderamente se pone sobre la mesa.
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