Cuando la impunidad termine

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Rafael Chaljub Mejìa

La sensibilidad humana está bajo el asombro y la indignación ante la exhibición de hipocresía de la llamada comunidad internacional, frente a las atrocidades de Israel contra los palestinos.

Israel y sus padrinos internacionales quieren hacer creer que la guerra empezó el siete de octubre, con el ataque de Hamás. Cuando en verdad el conflicto viene desde muy lejos. Se intensificó especialmente cuando en 1948 Israel pisoteó la resolución de la ONU que autorizó la creación de un Estado palestino en tierra palestina, con el mismo derecho de Israel a tener el suyo.

Lo del siete de octubre es el pretexto para Israel impulsar su política de exterminio, en nombre del derecho a la defensa.

¿Y qué guerra de defensa es esta, en nombre de la cual se mantiene a una población acorralada, como los rebaños y sobre ella descargar los bombardeos más bárbaros y destructores? Que lanza cohetes sobre campos de refugiados, corta el agua y la luz para que la población cercada muera de sed, de hambre, de precariedad en los hospitales que aún no han sido destruidos por unas bombas que parecen tener una brutal predilección por los niños inocentes.

Benjamín Netanyahu ha sido el instrumento cruel y perverso de este genocidio. El clásico criminal de guerra. Un ambicioso que ha ejercido el cargo de primer ministro por quince años y desea seguir mandando. Un procesado por acusaciones de fraude, soborno y abuso de confianza.

Cuando el episodio actual termine, ya antes de lavarse las manos de la sangre de sus víctimas, él tendrá que rendir cuentas y caerá del poder.

El responsable principal es el Estado sionista al cual sus padrinos internacionales, con Norteamérica a la cabeza, le han dado luz verde. Así, tiene por ahora, una impunidad garantizada.

Pero sépase, que la Alemania nazi era mucho más poderosa que Israel, y al fin y al cabo sucumbió bajo las ruinas de sus delirios imperiales, y muchos de sus cabecillas terminaron juzgados y hasta sentenciados a la horca en el tribunal internacional de Nuremberg.

Y aunque hoy, algunos de los que entonces se opusieron a Hitler, viajan a Tel Aviv a santificar la matanza y garantizar la impunidad, el tribunal de honor de la conciencia de los pueblos, emitió hace tiempo su condena. Y sobre todo, alguna vez este mundo cambiará de veras, terminará la impunidad y los genocidas y sus cómplices tendrán que pagar sus culpas.


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