Un juicio que se repite cada día
En aquellos días, Poncio Pilato entregó al pueblo la decisión sobre Jesús. Sabía que lo condenarían. Sabía también que los poderosos de su tiempo —sacerdotes, ricos y líderes con miedo— no soportaban a un hombre que hablaba de amor y justicia entre los humildes. Era más sencillo deshacerse de él que arriesgar sus privilegios. Hoy, más de dos mil años después, si vuelve lo crucifican otra vez.
Porque los Pilatos modernos siguen entre nosotros. Personas con poder que, cuando llega el momento de actuar con valentía, se esconden detrás del silencio o la indiferencia. Líderes que se lavan las manos mientras la injusticia se impone. Gente que defiende sus intereses personales y traiciona lo que alguna vez prometió proteger: al pueblo.
El amor al prójimo no vende
Jesús fue crucificado por decir verdades incómodas, por dar voz a los sin voz y por enfrentarse a estructuras que viven del miedo y la mentira. Si regresara hoy, no encontraría templos abiertos, sino corazones cerrados. Sería cuestionado, ridiculizado y tal vez, como entonces, sacrificado. Porque si vuelve lo crucifican, sin duda alguna.
La fe auténtica no es gritar consignas ni repetir rezos vacíos. Es actuar con coherencia, defender al otro, construir justicia. Pero eso exige renunciar al egoísmo, y no todos están dispuestos. En nombre de la religión se ha justificado lo injustificable, se ha callado al diferente y se ha ignorado al necesitado. Es momento de cambiar eso.
En estos días donde se recuerda el sacrificio de Cristo, también debemos mirar hacia dentro. ¿Estamos siendo mejores personas o simplemente buenos actores? ¿Estamos amando al prójimo o buscando excusas para excluirlo?
Jesús no predicó para una élite, lo hizo para todos. Y su mensaje, aunque incómodo, sigue siendo necesario. No lo condenemos otra vez por decirnos lo que no queremos escuchar.
Con Información de El Caribe
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