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Jánico

Regresando a la moral y cívica

Rafael A. Escotto

«Con la moral corregimos los errores de nuestros instintos y con el amor los errores de nuestra moral». José Ortega y Gasset

Comenzamos este nuevo artículo felicitando al Gobierno del presidente Luis Abinader Corona por haberse dado cuenta que la escuela dominicana necesitaba con urgencia regresar a la enseñanza de moral y cívica después que el país, lamentablemente, tomó, como se dice, las de Villadiego, como sucedió con Alfonso VIII, rey de Castilla, cuando abandonó el castillo de Alarcos.

Esa decisión del mandatario, posiblemente, fue el resultado del notorio y preocupante deterioro de la moral en la sociedad dominicana. Los altos índices de la corrupción y la violencia social en el país, una nación que no se esfuerza en pensar bien como advirtiera el filósofo y teólogo francés Blaise Pascal, no puede salir a buen camino.

Por eso y por lo peor que le sobrevino a la sociedad luego de abandonar la enseñanza en las escuelas de las materias de Moral y Cívica, recurro a una máxima del escritor libanés Khalil Gibran que nos recuerda que «aquel que no usa su moralidad como si fuera su mejor ropaje estaría mejor desnudo».

Parece que el presidente, urgido por la corrupción que se ha despertado en el país, a diferencia de otros gobernantes anterior a él, se detuvo a refle­xionar frente a uno de los ventanales del Palacio Nacional que dan a la calle doctor Báez en la capital de la República y observó con gran pesar el rumbo que ha tomado la nación porque el sistema de educación abandonó la clase de moral y cívica que se impartía en la Era de Trujillo, hasta el grado que se fue configurando un tipo de ciudadano remiso, falto de refinamiento, descortés, en otra palabra, poco galante y, por demás, irreverente.

Durante ese trayecto de incivilidad y de liviandad ningún gobernante se detuvo a considerar que las materias de moral y cívica constituyen el fundamento en la formación de los ciudadanos. Tampoco se preguntaron cuál es la razón de impartir estas materias, ellas ayudan sino al desarrollo pleno de los estudiantes, los enseña a ser ciudadanos responsables.

Tampoco entendió el liderato político luego de decapitada la dictadura de Trujillo que la educación moral está llamada a valorar la realidad y los preceptos sociomorales, de manera tal que fomenten estructuras más precisas y convenientes de relación entre los ciudadanos.

Entonces, habría que percibir la edu­cación sobre moral y cívica como un compuesto de acciones encaminadas a que los estudiantes construyan de manera lógica e independientemente sus valores y normas personales y se comporten de forma sensata. Todas estas consideraciones y valores han zozobrado en la sociedad dominicana.

Los propósitos de la enseñanza de estas materias es tratar de desarrollar en los individuos unas formas de pensamiento y que aprendan a cultivar su capacidad de juicio en beneficio de ellos mismos y de la colectividad, con el fin de lograr la construcción de los ciudadanos del futuro. En la sociedad que nos tocó desarrollarnos los valores estaban bien claros, los problemas morales se discutían y teníamos una interpretación de los roles sociales que debíamos jugar.

Los maestros de aquella época ofrecían una educación basada en valores, como son la solidaridad, la igualdad, la libertad y el patriotismo, que favorece una vida de relación res­petuosa con otras personas. Gran parte de los profesores que enseñan en la escuela dominicana de hoy no recibieron clases de moral y cívica, por lo que des­conocen cómo educar a sus alumnos sobre algo que ignoran.

Alguien dijo que la moral y el civismo comienzan en la casa de nuestros padres. Al leer la frase que sigue del papa Juan Pablo II el principio se afirma: «La familia es base de la sociedad y el lugar donde las personas aprenden por vez primera los valores que les guían durante toda su vida».

A pesar de que el sistema de educación logre rescatar la docencia de moral y cívica en las escuelas cabe preguntarnos: ¿Quiénes formarán a los maestros en estas materias tan esenciales? Me temo que no serán los políticos o los legisladores a quienes se le confiará esta función, por lo que dijo Simón Bolívar: «Los legisladores necesitan ciertamente una escuela de moral».

Fuente: La Información


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