José Francisco Peña Gómez no fue presidente, pero nadie duda de que su impacto en la historia dominicana supera a muchos que ocuparon el cargo. Hoy, al cumplirse 27 años de su muerte, miles de dominicanos lo recuerdan no solo como un político brillante, sino como un luchador social incansable.
Nació el 6 de marzo de 1937, en condiciones humildes, marcado desde su infancia por el dolor y el abandono. Fue entregado por sus padres durante la matanza antihaitiana de Trujillo, y esa herida profunda forjó su empatía por los más vulnerables. Peña Gómez nunca olvidó de dónde venía, y por eso se convirtió en la voz de los que no tenían voz.
Su camino hacia la política no fue fácil. De limpiabotas a estudiante universitario, obtuvo un doctorado en Derecho y más tarde estudió en la Sorbona de París. Su formación y visión social lo empujaron a luchar por una República Dominicana más justa.
Tribuno de multitudes y defensor del pueblo
Desde su ingreso al PRD en 1961, Peña Gómez fue clave en la lucha contra los restos de la dictadura trujillista. Durante la Revolución de Abril de 1965, su llamado a través de “Tribuna Democrática” fue decisivo para movilizar al pueblo en defensa de la Constitución.
Fue tres veces candidato presidencial, y aunque nunca ganó, su carisma, honestidad y compromiso con la democracia lo colocaron como el líder popular por excelencia. En 1996 estuvo a punto de hacer historia como el primer presidente negro del país y de América Latina, pero una coalición de poder bloqueó su victoria.
Como alcalde de Santo Domingo (1982-1986), gobernó con transparencia, planificación y cercanía al pueblo. Promovió el diálogo social, la rendición de cuentas y la participación ciudadana mucho antes de que fueran conceptos de moda.
Internacionalista y símbolo moral del siglo XX
Peña Gómez no solo luchó por su país. Fue un referente internacional. Desde la vicepresidencia de la Internacional Socialista, trabajó por la integración regional y los derechos sociales en América Latina. Estrechó lazos con figuras como Willy Brandt, Mitterrand y Olof Palme, y llevó la voz del pueblo dominicano a foros globales.
Cuando falleció el 10 de mayo de 1998, su cuerpo fue llevado al Estadio Olímpico. Miles lo despidieron entre lágrimas, sabiendo que se iba un hombre irrepetible.
Hoy, cuando el país se enfrenta serios desafíos, muchos dominicanos se preguntan: ¿dónde están los líderes como Peña Gómez? Su legado nos recuerda que es posible hacer política con principios, con amor al pueblo y con una visión de país incluyente.
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