Cuando el deporte sirvió como trinchera de dignidad nacional
Han pasado seis décadas desde que el pelotero dominicano Felipe Rojas Alou hizo algo más grande que conectar un jonrón o atrapar una pelota en el jardín. El 28 de abril de 1965, mientras su país era invadido por 42,000 soldados de Estados Unidos, él decidió protestar. No con gritos ni pancartas, sino con un silencio que retumbó en todo un estadio: Felipe Alou protestó quedándose sentado durante el Himno Nacional de EE.UU., justo antes de un partido de Grandes Ligas.
En ese entonces, Felipe jugaba con los Bravos de Milwaukee. Era joven, de orígenes humildes, sin las fortunas ni el reconocimiento que llegaron más tarde en su carrera. Pero lo que sí tenía, y mucho, era amor por su tierra y el valor de defenderla con lo que tenía a mano: su dignidad.
“No puedo respetar el Himno de un país que está invadiendo el mío”, dijo con firmeza cuando fue cuestionado por la prensa.
Un acto silencioso, pero poderoso
Ese pequeño gran gesto fue su forma de alzar la voz por los suyos, por los que en ese momento resistían en Santo Domingo, por los ideales de Duarte, Sánchez y Mella. En una época de tensiones raciales y políticas, Felipe se arriesgó a represalias, pero no se doblegó.
Él no buscaba ser héroe. Solo quería ser coherente con su conciencia. Y sin saberlo, escribió una página gloriosa del patriotismo dominicano.
60 años después, el ejemplo sigue vivo
En tiempos en los que el compromiso con la patria a veces se olvida, el acto de Felipe Alou es un faro que nos recuerda que el amor a la nación no siempre se expresa con discursos. A veces, basta con tener el coraje de permanecer sentado cuando el mundo espera que te levantes.
Hoy, a seis décadas de aquel gesto, la historia de Felipe no solo debe recordarse: debe enseñarse. Porque en el silencio de un pelotero dominicano, habló toda una nación.
Con Información de la Columna de Bienvenido Rojas / Diario Libre (21 de Abril 2021)
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