Felipe Rojas Alou. Tres palabras que resumen grandeza, humildad y dignidad. Hoy, el “Panqué de Haina” celebra sus 90 años, y con ellos, nueve décadas de una vida consagrada no solo al béisbol, sino también a los valores que construyen un verdadero ídolo.
Desde sus comienzos en el pueblo de Haina hasta sus días de gloria en las Grandes Ligas, Felipe nunca dejó de ser quien era: un hombre íntegro. Firmó por 200 dólares, debutó en 1958 con los Gigantes de San Francisco, y se abrió paso a batazos y carácter. Sus 206 jonrones fueron solo una parte del relato.
Pero más allá de los números, Felipe Rojas Alou brilló como un líder dentro y fuera del terreno. En 1962, su mejor año, bateó para .316 con 25 cuadrangulares. Pero el recuerdo que aún emociona a los fanáticos ocurrió en 1966, cuando pegó los dos primeros jonrones del recién estrenado Busch Stadium, dejando su huella en la historia.
Un líder que nunca se apagó
No solo fue un bateador respetado. También se ganó su lugar como mánager, liderando a los Expos de Montreal a la cima en 1994. Aquella temporada, interrumpida por una huelga, no pudo apagar el impacto de su sabiduría. Fue elegido Mánager del Año, demostrando que su visión del juego era tan poderosa como su swing.
Felipe Rojas Alou ha sido mucho más que un pelotero. Ha sido un maestro, un creyente, un referente. “El día que firmé con los Gigantes, conocí a Jesucristo”, dijo alguna vez. Su fe, como su carrera, fue firme y visible.
Hoy, al celebrar sus 90 años, su legado se mantiene firme en cada joven que sueña con llegar lejos, en cada pelotero dominicano que pisa un estadio de Grandes Ligas, sabiendo que alguien como Felipe abrió el camino.
Gracias por tanto, Felipe.
Porque tu vida no fue solo una carrera exitosa. Fue un ejemplo. Y el país, tu país, siempre te estará agradecido.
Con Información de la Columna de Bienvenido Rojas / Diario Libre
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