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El marxismo es una ciencia; no es un dogma

Las izquierdas, en todas partes del mundo, se han apegado bastante a la letra de lo estudiado y expuesto por Carlos Marx en la segunda mitad del siglo XIX. Sus obras y descubrimientos, sin lugar a duda, abrieron un campo de pensamiento social critico inigualable. Tanto es así que sus formulaciones llamadas “Socialismo Científico” o “materialismo histórico”, pasaron a ser rápidamente conocidas como Marxismo.

Cuando se entroniza de una determinada manera a un autor, a un personaje, se corre el riesgo de poder terminar endiosándolo. Marx, definitivamente, nunca aprobó esa designación. Con esto, ni remotamente estamos diciendo que Marx se equivocó o que ha sido superado, como predican algunos apologistas burgueses, o que él en persona fomentara el culto a su personalidad. Por el contrario, nada más alejado de ello. Pero si debe hacerse notar que su obra generó una ciencia, en el sentido más estricto de la palabra, una “ruptura epistemológica”, como decía Louis Althusser.

Es decir: un saber que se pretende riguroso, que se maneja por conceptos y que tiene la capacidad de actuar concretamente sobre el mundo de hoy, así como hace cualquier ciencia: a partir de sus conceptos fundamentales se genera una praxis operativa en la realidad concreta.

En tal sentido, lo enunciado por Marx, que en esencia sigue siendo totalmente vigente hoy, más de un siglo y medio después de su aparición como teoría-por cierto, no se ha terminado la explotación del hombre por el hombre, ni las clases sociales han desaparecido, y en eso se basa el actual modo de producción, que en esencia sigue siendo igual al abordado en el siglo XIX, ese estudio, esa crítica, en el sentido más prístino del término, se hizo sobre la base de un capitalismo todavía de libre concurrencia, con unas pocas potencias europeas y el naciente Estados Unidos controlando el mercado mundial, y con un gran Sur global convertido en colonia de aquellas metrópolis.

En lo sustancial, eso no ha cambiado, pero el sistema capitalista fue modificándose en su forma. Se hizo monopolista, luego devino en imperialista, posteriormente globalizado con la llamada deslocalización, desarticuló a la clase proletaria industrial, se robotiza en forma creciente, fue creando nuevas relacionamiento social.

El mundo de hoy, tercera década del siglo XXI, presenta características bastante distintas a la sociedad decimonónicas estudiada por Carlos Marx y Federico Engels. Fenómenos nuevos marcan las dinámica humana: mundo de la virtualidad (ya se hacen las confesiones con el cura confesor en línea) que nos va convirtiendo en seres permanentemente ante la pantalla;algoritmos,reconocimiento facial y detección del calor corporal que permiten saber a los poderes donde estamos en cada momento y qué pensamos; catástrofe ecológica que puede cambiar irreversiblemente el planeta; guerra de cuarta generación en marcha(mecanismo de control mediático-psicológico-culturales de altísimo impacto, incluyendo neuroarmas) que van decidiendo en forma creciente lo que debemos pensar;influencers que mueven mas gente por las redes sociales con mensajes banales y entradores que cualquier mitin político de la izquierdas; nuevas formas dela sexualidad(la explosión de LGTBIQ+ no se detiene.

Hay que proseguir profundizando el instrumento teórico con el que delinear una estrategia revolucionaria. Eso parece que está faltando hoy día. Las ciencias sociales continuaron avanzando, y muchas de ellas pueden dar importantes pistas para esa construcción: el Psicoanálisis y sus investigaciones acerca de la condición humana, de la fascinación con el poder, la semiótica (que estudia cómo podemos ser convertidos en manso rebaño por el uso de la comunicación, por ejemplo.

La realidad humana se muestra intrincadamente compleja, y solo con lecturas críticas que nos proporcionan estas actuales ciencias podremos entender alguno de los empantanamientos del socialismo científico. Las luchas de poder, por ejemplo, crueles y sangrientas en general, no se dan solo en el ámbito de la derecha: también en las izquierdas. ¿No es hora de reconocerlo para abordarlas con espíritu científico critico?

El materialismo histórico es una ciencia, no una religión dogmática. Por tanto, está llamado a seguir investigando y proponiendo vías de acción.

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