Socorro Castellanos no solo fue una presentadora. Fue un símbolo. Un nombre que se pronunció con respeto desde los estudios de grabación hasta los salones diplomáticos. Su partida, a causa de un cáncer de pulmón, marca el fin de una era, pero también el inicio del recuerdo eterno para quienes crecieron con su imagen en la pantalla.
Nacida en Santiago de los Caballeros, brilló con luz propia en programas como Buenas Tardes a la Orden, En Punto Finaljunto a Freddy Beras Goico, y El Show del Mediodía. Con su carisma, espontaneidad y profesionalismo, hizo de la televisión un espacio para la calidad, no solo para el entretenimiento.
Cultura y compromiso más allá del set
Pero Socorro no se conformó con ser una estrella de la TV. Llevó su voz más allá de las cámaras, llegando a Cuba como Ministra Consejera de la embajada dominicana. Allí no solo representó a su país, sino que organizó la primera Semana de la Cultura Dominicana en la isla.
En un gesto sin precedentes, tuvo su propio programa radial en una emisora dirigida por el prestigioso historiador cubano Eusebio Leal. Esa conexión cultural fue tan genuina, que incluso fuera de su tierra, la voz de Socorro seguía uniendo pueblos.
Autora del recetario Sabor de mi tierra, productora de programas infantiles como El Jardín de Tintinola y merecedora de múltiples reconocimientos (Micrófono de Oro, premios Dorado, entre otros), su trayectoria no puede medirse solo en años, sino en huellas.
Socorro Castellanos siempre a la orden del pueblo
Murió en paz, en su casa, rodeada de los suyos. Pero el legado de Socorro Castellanos no descansa. Su voz, sus gestos y su entrega viven en cada memoria televisiva, en cada plató donde hoy una joven sueña con ser comunicadora.
Socorro fue más que una pionera. Fue una maestra sin aula, una artista sin guión, una diplomática sin fronteras. Hoy, la televisión llora, pero también agradece.
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