Entre la crisis haitiana, los cumpleaños de promesas incumplidas y la eterna novela política, hay algo que no falla cada semana: ¡Una nueva encuesta! Porque al parecer, en este país se hacen más encuestas que asambleas de juntas de vecinos.
Con apenas un añito de haber arrancado este nuevo período electoral, y un pueblo más cansado que uno en un tapón, empiezan a circular esas encuestas que aseguran que tal o cual candidato ya tiene el 70% de intención del voto. ¿En serio?
Uno no sabe si reírse o preocuparse. ¿De verdad hay tanto amor por esos candidatos, o es un jueguito psicológico para que el pueblo crea que la carrera ya está decidida? Porque si algo sabemos aquí es que con una buena firma encuestadora y una billetera generosa, cualquiera es el “favorito del pueblo”.
Pero ojo, queridos precandidatos: así como una encuesta puede inflarles el pecho, también puede reventarles el ego. Los excesos, hasta en política, hacen daño. No olviden que primero hay que sobrevivir las peleas internas, las traiciones de pasillo y los líos de estructura en sus propios partidos.
Porque al final, mis queridos amigos del marketing político: Las encuestas no votan, los likes no cuentan y los abrazos no se meten en las urnas. Las elecciones se ganan… ¡votando!
Por Joel Blandino
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