22.6 C
Jánico

Federico Henríquez Gratereaux, el ave lucida

Tengo los ojos fijos en Cristo resucitado, hacia quien toda la creación aspira y en quien encuentra su consistencia. Cristo ha vencido la muerte. Acepta la verdad de la muerte como posibilidad propia e ineludible del ser humano. Pierre Teilhard de Chardin

Rafael A. Escotto

Antes de comenzar a escribir este artículo ya habíamos leído un importante trabajo titulado: «De la autonomía a estudio sobre la muerte la transformación», escrito por el poeta y dramaturgo inglés perteneciente a la época de la dinastía Tudor, John Skelton. El propósito del libro era provocarnos a parar y volver a pensar y a reexaminar nuestro destino común con mayor cuidado, de manera más consciente, incluso con más «esperanza».

Una de las ideas de Skelton era transmitirnos que los grandes escritores, como Federico Henríquez Gratereaux, hacen suyos los temas y nos permiten considerarlos de nuevo. «Morir» en la literatura es un asunto complejo. El autor del poema «Phyllyps Sparrow» o «El libro de Phyllyp Sparrow», es un verso de gran vivacidad y de extraordinario dinamismo literario.

El poeta y dramaturgo irlandés Seamus Justin Heaney, poeta ganador del Premio Nobel de Literatura en 1995, escribió una serie de sonetos siendo el más famoso «Clearances», tras la muerte de su madre. Veamos uno de sus versos:

«Cuando todos los demás estaban en misa/yo era todo suyo mientras pelábamos patatas/rompían el silencio, al dejarlas caer una a una/como las lágrimas de estaño que caen del soldador: el frío consuelo asentado entre los dos, las cosas reluciendo en un balde de agua limpia/y cae otra».

El día que me enteré de la muerte de Federico Henríquez Gratereaux, uno de los más sabios intelectuales dominicanos, caía la tarde sutilmente tras la puesta del sol. El sol es un espectáculo cuando se pone en el cielo, los colores son hermosos y la atmósfera es tranquila. Todo es perfecto, escribió la poeta española, de Santa Cruz de Tenerife, Antonieta Valera Pérez.

Bruno Rosario Candelier escribió en el periódico El Caribe que su primera novela, Ubres de novelastra, Federico Henríquez Gratereaux transita desde la revolución bolchevique en Rusia hasta los gobiernos derechistas en Sudamérica. Candelier, con bastante propiedad intelectual, expresó que Fede­rico «había venido a enriquecer con su estilo a la novelista dominicana».

El exdirector de la Academia Dominicana de la Lengua añadió que Ubres de novelastra, «…tiene una misión metafísica de la existencia, partiendo del análisis que transmite un valor diferente al historiador, sociógrafo o un analista cualquiera».

Lo que enriquece la novelística de Federico Henríquez es esa magia de la palabra que se llama intertextualidad.  Según el filósofo estructuralista y crítico literario francés Roland Berthes, la intertextualidad viene siendo algo así como «un tejido de voces» que surgen a partir de la combinación de los distintos códigos que se han leído, visto o estructurado, que a partir de una pa­labra, una frase u oración, de forma consciente o inconsciente, se refiere a un texto o a un discurso filosófico.

Pablo Neruda tiene un poema que habla de un ave lucida que vuela sin raíces, en un océano en constante reno­vación, más puro que la ola. Para nosotros como escritor, Federico Henríquez Gratereaux fue en la literatura dominicana esa ave lucida de la cual hablo con lógica el poeta chileno.

Cuando leemos una obra escrita por Federico con esa inmensa racionalidad o coherencia con que escribió es como si estuviéramos repasando a René Descartes. En una ocasión escuché a Federico Henríquez y a Enerio Rodríguez disputando sobre la duda metodológica del filósofo y matemático francés René Descartes, en la que Descartes no cuestionó nunca a Dios.

Argumentaba Federico, recapacitando sobre la idea de la existencia o no de Dios, que para Descartes los seres humanos, finitos e imperfectos, pueden formar ideas como la de «triángulo» o «justicia», pero la idea de un Dios infinito o eterno y perfecto no puede nacer de un individuo finito o con restricciones e imperfecto: esa idea se nos ha sido llevada a la mente por la misma Providencia.

Así es, Dios existe, y siendo como es un ser perfectísimo, no puede engañarse ni engañarnos, ni permitir la existencia de un «genio maligno» que nos engañe, haciéndonos creer que es real un mundo que no existe. El mundo, por lo tanto, también existe. La existencia de Dios garantiza así la posibilidad de un conocimiento verdadero.

Federico Henríquez Gratereaux murió fisiológicamente, pero nos dejó su filosofía como algo eterno.

Paz a su alma.


Descubre más desde La República Hoy

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest

0 Comments
Oldest
Newest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Últimas Noticias

Más artículos como este
Relacionadas

Pablo Ulloa participa en Congreso mundial de juristas en España; resalta el logro histórico RD

MADRID-ESPAÑA.- El Defensor del Pueblo de la República Dominicana,...

Guido: Estoy agradecido y tengo una deuda con NYC; reconoce dimensión de dominicanos

NUEVA YORK.- El presidente del Consejo Directivo del Instituto...

Condenan discurso vicecónsul y presidente PRM-NY presionando al presidente Abinader

NUEVA YORK.- Dirigentes del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en...

Dominicanos NY demandan investigar fondos entregaba USAID en RD

NUEVA YORK.- Dominicanos residentes en esta ciudad están demandando...
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x