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Jánico

Evite influir en la profesión de su hijo

Dr. Frank Espino

“Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor”.  Stendhal

A pesar de que contamos con las tecnologías más modernas y sofisticadas que pudiéramos imaginar en diagnós­ticos de patologías cerebrales, a pesar del alcance amplio en la ciencia y la psicología con aplicación de los diferentes tests, no se ha podido satisfactoriamente inducir con certeza, acerca de la carrera a escoger de un estudiante. Decir “le preparo el futuro”, es posible que sea la vía a la depresión y en ocasiones hasta el suicidio.

Tuve la triste experiencia de que uno de mis mejores amigos en la universidad con quien compartí 5 años de carrera de medicina, ¡nunca quiso ser médico! sino artista del pincel o de las teclas de un piano, o las notas melodiosas de una flauta interpretando las más sublimes de las piezas de los clásicos.

Cuatro meses faltaban para nuestra gra­duación cuando supimos la fatal noticia de que se había ido a destiempo de este mundo.  Amaba más ser artista qué ser médico. Y nos preguntamos luego ¿Qué hubiese deseado más sus familiares, verlo vivo pegado a un piano, o muerto con un estetoscopio?

Es triste la realidad que vemos en las aulas universitarias. Estudiantes con tanta duda de su personalidad y de lo que realmente les gusta. Penoso cuando los padres esforzados ven abandonar los estudios o cambiar de carrera después de avanzados semestres.

Muchas veces nos preguntamos ¿Quién o quiénes son los responsables de tal inseguridad en la elección de una profesión? No es fácil la decisión cuando no existe la adecuada madurez de pensamiento.

Los que somos docentes, sí sabemos las amarguras y tristezas que acompañan a esos jóvenes. ¡Cuántas frustraciones! Sobre todo, con algunas materias y profesores.

La pregunta que todos debemos hacernos y hacerles cuando estén listos  para  entrar a la universidad ¿Qué te induce a  inscribirte en esa carrera?

Sí lo analizamos con franqueza es posible que hurguemos que existe influencia paterna, materna, de un tío o el abuelo, y por qué no, el novio o la novia o el amigo más cercano, en ocasiones de algún profesor(a).

Nuestro deber como padres (incluye la pareja) es darles apoyo económico, entusiasmo, respeto, consideración, amistad, amor, cariño, pero ¡Nunca Inducirlos!, ni siquiera sugerirles que una profesión es más importante que otra. Recordemos que el hombre es único e irrepetible, y que así como el hierro se forja con el fuego, la personalidad se forma con esfuerzo.

Cuando termine de leer este artículo, hágase la pregunta que yo le hago a usted ahora ¿Cuándo fue la última vez que conversó con su hijo? Es posible que agobiado por el trabajo, habló todos los días, pero se le olvidó hace mucho conversar.

El autor es médico, escritor y profesor ­universitario.


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