Durante siglos, el burro ha caminado junto al ser humano en los caminos más difíciles. Fue mensajero, cargador, compañero leal en jornadas de sol y polvo. Sin embargo, hoy su existencia está amenazada por el abandono, la explotación y el olvido.
Cada 8 de mayo se conmemora el Día Mundial del Burro, una fecha que no nació en los despachos de la ONU, sino en el esfuerzo de veterinarios y activistas que denunciaron los abusos contra este animal noble y trabajador. La campaña fue impulsada por organizaciones como The Donkey Sanctuary y Brooke, y por el investigador Razik Ark, preocupado por la drástica caída de su población.
Amenazas modernas a un símbolo de paz y humildad
El burro no solo enfrenta la indiferencia. Una de las amenazas más graves hoy es la creciente demanda de su piel para producir ejiao, un producto de la medicina tradicional china. Este comercio ha llevado al robo masivo de burros en África y América Latina, afectando a comunidades que aún dependen de ellos para sobrevivir.
En Perú, por ejemplo, se han denunciado desapariciones completas de burros de establos rurales. Son capturados y transportados clandestinamente sin garantías sanitarias ni bienestar animal. Organizaciones internacionales exigen acciones urgentes para detener este tráfico ilegal.
Más que una bestia de carga: un símbolo espiritual
En la religión cristiana, el burro representa humildad y paz. Jesús eligió entrar en Jerusalén montado en uno, no en un caballo, como señal de su realeza pacífica. Este gesto, descrito en el libro de Zacarías, subraya que el reino de Dios no se basa en la guerra, sino en la mansedumbre.
Sin embargo, en la cultura popular, al burro se le ha ridiculizado. Se le asocia con la ignorancia, olvidando que ha sido vital en la agricultura, el transporte y el desarrollo de sociedades rurales enteras.
Revalorar al burro, tarea pendiente
Hoy, cuando la tecnología ha desplazado al burro en los campos más accesibles, su rol sigue siendo crucial en zonas donde las máquinas no llegan. Su ausencia no significa modernidad; muchas veces solo refleja abandono estatal. Las campañas veterinarias rara vez los incluyen, y las políticas públicas los ignoran.
El Día Mundial del Burro busca visibilizar su valor, educar a las nuevas generaciones y transformar nuestra relación con este ser paciente, resiliente y muchas veces invisible. Honrar su historia no es un gesto romántico: es una deuda pendiente con quienes, desde el silencio, sostuvieron el mundo.
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