Padre Las Casas, Azua. – Las lluvias no solo han hecho crecer el río de El Gramazo, también han desbordado la angustia de una comunidad que lleva más de dos semanas completamente aislada.
“El río creció y se llevó el puente”, dice Kelvin Féliz, director de la escuela local. “La semana pasada no hubo clases. Esta semana vinimos a la buena de Dios”.
Para llegar, los docentes deben dejar sus motores en Fundo Viejo y caminar varios kilómetros loma arriba. La maestra Juana María Lara sufrió un ataque de pánico mientras cruzaba el río crecido. “No se ahogó porque la agarramos entre todos”, narró Féliz.
El mismo río también casi se lleva a Vidal Ferreras, joven agricultor con fuertes dolores abdominales. Su familia intentó cruzarlo para llegar al hospital de Constanza, pero el agua lo impedía. Hoy, al borde del colapso, desafiaron el cauce cargándolo en brazos montaña abajo.
Mientras tanto, los días pasan, y con ellos se agotan las medicinas y la paciencia. “Aquí tenemos niños y ancianos enfermos”, cuenta Antonia de los Santos, residente de la zona. “Yo misma tengo una sobrina que necesita sus pastillas”.
Antonia recuerda que el puente prometido en campaña nunca llegó. “Lo hicimos nosotros con palos y sogas. Pero cada vez que llueve, el río se lo lleva”.
Todo en El Gramazo depende de ese cruce: la escuela, los cultivos, el acceso a salud, a mercados, al mundo. Hoy, nada pasa. Solo las aguas y el olvido.
“¿Dónde están las autoridades?”, pregunta Antonia.
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