Cometen un error los que, en justificada resistencia a los desmanes y atropellos de la Antigua Orden, reducen la lucha a la denuncia estricta de esa banda negra y pierden de vista el hecho esencial de que ese grupo es apenas una parte de todo lo que se nueve en torno a él.
Porque aquí, desde hace tiempo hay evidencias claras de que estamos en presencia de toda una tendencia política en desarrollo, portadora de ideas y actitudes ultrareaccionarias, cuya peligrosidad para las libertades y derechos no debiera ser subestimada.
Esos azotacalles, como les decía Luperón a ese tipo de elemento; esos que salen forrados de negro, vociferantes y agresivos, son apenas una expresión del mal, la representación más estrafalaria y violenta.
Desde hace un tiempo, esa intelectualidad ha venido propagando el racismo y la xenofobia, el fanatismo y el odio antiinmigrante, la oposición radical a las tres causales sobre el aborto, la discriminación por género, el anticomunismo mcarthista, la alabanza a gobernantes neofacistas como Javier Miley y Donald Trump, y con una intensidad cada vez mayor, los ataque a las ideas, posiciones y organizaciones de izquierda, que han sido siempre blancos y víctimas por excelencia de ese tipo de movimiento.
La salida a flote de esos factores ultrareaccionarios, van conformando una tendencia política que podría culminar con la entrada al escenario político nacional de una organización política fascista como esas que han estado apareciendo en diversos países europeos, lo mismo que en América Latina. El MAGA de Trump es su expresión concreta en Norteamérica. Una especie de Ku Kux Klan político que ha impuesto en Estados Unidos el tóxico y emponzoñado ambiente de estos tiempos.
No subestimemos la amenaza a las libertades y derechos que crece en el ambiente y vayamos de lo superficial a lo profundo.
Descubre más desde La República Hoy
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.