Puerto Príncipe, Haití. — En un intento desesperado por retomar el control de su territorio, el gobierno haitiano ha recurrido al contratista militar Erik Prince, exfundador de la polémica empresa Blackwater y aliado del expresidente Donald Trump, para encabezar una operación letal contra las pandillas que asedian al país.
Drones y soldados extranjeros
Desde marzo, Prince y su equipo han operado drones armados para atacar a bandas criminales, aunque aún no se ha reportado la captura o muerte de líderes de alto perfil. Según fuentes de seguridad, se prevé el despliegue de hasta 150 mercenarios extranjeros durante el verano, además del envío de armas y helicópteros.
El plan incluye también el reclutamiento de veteranos haitianos y salvadoreños, y posiblemente abarcaría áreas estratégicas como aduanas y transporte, en un país sumido en una crisis institucional y financiera.
Estados Unidos al margen
Aunque el Departamento de Estado de EE. UU. reconoce estar al tanto, afirma no financiar las operaciones de Prince. Sin supervisión clara ni transparencia en los términos del acuerdo, analistas temen que se repitan episodios como los vividos en Irak, donde Prince enfrentó graves acusaciones por el actuar de sus hombres.
La situación en Haití es alarmante: más de un millón de desplazados, hospitales y comisarías atacadas, y una capital al borde del colapso bajo el control del crimen.
Críticas y advertencias
Rod Joseph, veterano haitiano-estadounidense, cuestiona que Prince opere directamente con el gobierno sin control externo. “Cuando el conocimiento llega en paracaídas, la población local queda en la dependencia total”, alertó.
A pesar de los cuestionamientos éticos, el ministro de Finanzas haitiano ha declarado que todas las opciones están sobre la mesa para frenar la violencia.
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