
El Papa Francisco al visitar un centro de migrantes en la isla griega de Lesbos, criticó a algunos países europeos por su indiferencia frente al drama humano que viven los migrantes.
En ese escenario el Papa exclamó: ¡detengamos este naufragio de la civilización!, al constatar que las migraciones “son un problema del mundo”, “una crisis humanitaria que concierne a todos”, pero de la que “nadie parece ocuparse”.
Esa forma de definir la grave situación de la migración, resalta un aspecto de la crisis de civilización que se asocia directamente al modelo institucional del mercado capitalista, como ya lo hubo de calificar el Papa Juan Pablo II, cuando refiriéndose a los problemas de la pobreza y la devastación ambiental, calificó al sistema económico como el “capitalismo salvaje”.
Ese sistema económico ha puesto al descubierto sus dos grandes males: la pobreza y la desigualdad; y la devastación del medio ambiente y los recursos naturales.
Hoy día no solo se siguen exhibiendo esos problemas, sino también los que los pensadores latinoamericanos del “Grupo Pensamiento Crítico” han reconocido como el “vaciamiento de los valores” incluyendo los valores democráticos, vaciamiento que ha sido llenado por los patrones del “consumismo” y del dios dinero como antivalores centrales justificados por la doctrina extrema del neoliberalismo económico, ideología que también justifica la política fáctica por encima de la democrática.
Ese nuevo marco de valores o antivalores ha polarizado la vida política de muchas naciones como hoy se ve en Chile y en Perú, donde dos posiciones de los extremos, la derecha y la izquierda, fragmentan la población en dos extremos, poniendo en riesgo la estabilidad política, la vida de los partidos y la seguridad ciudadana, como ya sucediera en Venezuela, Nicaragua y Cuba, pero que también amenaza la democracia modélica de los EEUU, cuando las fuerzas que apoyaban al presidente Trump atacaron el Capitolio, violando la institucionalidad democrática de ese gran país.
Ese contexto internacional cargado de contradicciones y conflictos y de gran influencia local en todas las naciones que conforman la globalidad, debe ameritar una reflexión, también global, a manera de identificar las grandes reformas que requiere el capitalismo y que permitan mejorar los flagelos del “capitalismo salvaje” para evitar que el mundo arribe al “naufragio de la civilización” tal como la advierte el Papa Francisco.
El Gobierno global debe someterse a esa reflexión para enfrentar y no rehuir los problemas de la pobreza, de la migración y del calentamiento global.
¡Qué se reaccione ante la insensibilidad!
Fuente: ©La Información.