Un llamado a equilibrar la fe
El Vaticano dio un paso firme esta semana al publicar un documento que marca un ajuste mariano, una revisión necesaria sobre cómo la Iglesia entiende y expresa la devoción a la Virgen María, la madre de Jesús. No se trata de un golpe, ni de un retroceso, sino de un intento de ordenar un fervor que, con el tiempo, llegó a rozar límites que el propio cristianismo nunca había trazado.
El Papa León XIV, mediante un texto firmado desde el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, recordó algo esencial: Cristo es el único redentor. Y María, aunque amada, venerada y profundamente cercana a los fieles, no puede ocupar un lugar que confunda su papel con el de la Santísima Trinidad.
Este ajuste mariano busca devolver claridad a una fe que, por momentos, fue moldeada más por la emoción que por la doctrina.
La devoción, sí; los excesos, no
El documento rechaza el uso del término corredentora y pide prudencia al hablar de mediadora, dos títulos que ciertos grupos —sobre todo conservadores— habían impulsado durante décadas, colocándola casi en un nivel similar al de Cristo.
El texto recuerda que María es intercesora, madre espiritual, ejemplo perfecto de entrega. Pero no distribuye gracias por sí misma, no salva por cuenta propia, no reemplaza el papel central de Jesús.
Especialistas consultados por la BBC lo resumen así:
La Iglesia no baja a María. La ubica en su lugar correcto.
Al hacerlo, el Vaticano también responde a un debate de siglos y abre la puerta a un diálogo más amable con el mundo evangélico, que siempre ha criticado lo que consideran “excesos marianos”.
La fe del pueblo sigue intacta
A pesar de la polémica que encendieron algunos usuarios en redes sociales —desde llamar el documento “nefasto” hasta “satánico”—, teólogos aseguran que en la práctica la fe popular no cambia. El pueblo seguirá rezando, seguirá encendiendo velas, seguirá encontrando en María la ternura que complementa la fuerza divina.
La diferencia está en el lenguaje. En cómo se explica. En cómo se enseña.
Porque, como señala un teólogo citado, “solo hay una madre del Redentor”. Y eso basta para sostener una devoción que, bien orientada, sigue siendo una de las expresiones más profundas del corazón cristiano.
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