
Rosa Debord
Cuando era niña tenía una percepción distinta a la que tengo ahora con relación al llamado «Descubrimiento de América.” Los reyes de España eran para mí los grandes y generosos proveedores y Cristóbal Colón, el héroe de la película que vino a civilizar a nuestros primeros habitantes. Al crecer, abrí los ojos y entendí sus verdaderas intenciones.
Si bien es cierto que se produjo un encuentro entre dos mundos y que dicho encuentro marcaría la diversidad étnica y cultural de nuestro país, no menos cierto es que el mismo no fue para nada amistoso y que la llegada de los españoles a la isla se convirtió en la peor pesadilla del pueblo taíno.
Los humildes nativos fueron un blanco fácil para la manipulación y el engaño porque eran personas sin malicia, crédulas e inocentes. La ignorancia y la ingenuidad son una peligrosa combinación, cuando depredadores ambiciosos e intelectuales están al acecho.
Pudo ser diferente porque en otros países de américa los colonizadores respetaron la vida y los derechos de los pobladores y todavía en muchos pueblos prevalecen grupos indígenas.
Pero lamentarse por el pasado, no tiene caso, lo que sí tiene caso es enseñar los hechos tal cual y no tergiversar la historia para dar honor a quien no lo merece y de esa manera vivir en la falsa y engañar a las presentes y futuras generaciones.
Sin duda fue una parte oscura e infame de nuestra historia que de ninguna manera podemos justificar.
La educación es y será la única vía segura para superar las cadenas de opresión y abuso que aún imperan en muchos países del mundo.